Existen fronteras políticas, geográficas, culturales… y también entre el mundo rural y el urbano.
Huesca tiene todavía un tamaño que permite pasar del asfalto a los caminos casi sin darnos cuenta. Hay zonas en las que a un lado de la calle podemos ir de compras y aparcar al coche, y a la vez, en el lado contrario, una cosechadora recoge la cosecha a finales de primavera. Este año es de trigo y en esta zona por lo menos, el esfuerzo no ha sido en vano.
El sonido de la máquina cosechando y el polvo de la paja separada de la espiga todavía se sienten en esta zona de huertas que tanto marcaron la vida de los oscenses hace unos años… tampoco tantos. A medio o largo plazo, dicen, estos campos de trigo se convertirán en yermos de hormigón donde con suerte, unos pocos árboles lucharán para crecer entre aceras adoquinadas.
Afortunados somos de no recordarlo sino de vivirlo.
Existen fronteras políticas, geográficas, culturales… y también entre el mundo rural y el urbano.
Huesca tiene todavía un tamaño que permite pasar del asfalto a los caminos casi sin darnos cuenta. Hay zonas en las que a un lado de la calle podemos ir de compras y aparcar al coche, y a la vez, en el otro lado, una cosechadora recoge el fruto del trabajo de un agricultor. Este año ha sido trigo y en esta zona por lo menos, el esfuerzo no ha sido en vano.
[mantra-pullquote align=»left|center|right» textalign=»left|center|right» width=»33%»]Frontera rural o urbana. Depende de hacia qué lado de la calle miremos[/mantra-pullquote]
El sonido de la máquina cosechando y el polvo de la paja separada de la espiga todavía se sienten en esta zona de huertas que tanto marcaron la vida de los oscenses hace unos años… tampoco tantos. A medio o largo plazo, dicen, estos campos de trigo se convertirán en yermos de hormigón donde con suerte, unos pocos árboles lucharán para crecer entre aceras adoquinadas.
Afortunados somos de no recordarlo sino de vivirlo.